jueves, 22 de noviembre de 2012

Malvi/klands. Día 6: conversaciones.

Malvi/klands. Día 6.
Hoy ha sido un día tranquilo, pausado, a un ritmo de vacaciones como las que se supone que son. Sin prisas. Lo que no quita que la experiencia personal siga sumando hojas. Tras un injusto e involuntario madrugón (nadie se despierta a las 7 de la mañana estando en vacaciones) que al menos permitió adelantarme a todos en el uso del baño compartido de este Bed & Breakfast, fui a por mi (reequilibrado) desayuno. Bueno; lo de reequilibrado es un decir, porque en el combo té verde, jugo de naranja, 1 manzana, yogur, tostada con manteca *patineitor* y cereales con leche no ha dejado de haber una pequeña sobredosis de azúcares. Pero al menos no derrapé nunca más con aquel English Breakfast del domingo, cuya única repetición juré, y vengo cumpliéndola, solamente para mi checkout del sábado (Nutri: ese desayuno no te lo negocio...)
Así que así, con velocidad de paisano de campo, desayuné tranquilo, con esa espléndida vista del canal y de la orilla opuesta, salpimentada por pinos, y la Iglesia anglicana de piedra. Coincidimos en el desayuno con los dos ingenieros de Bélgica que también están aquí por su segunda y última semana, alistando las 'antenas Malvi/klands' de "Galileo", el futuro sistema GPS de la Unión Europea (el GPS propiamente dicho corresponde a los satélites de EEUU). Tuvimos una entretenida conversación donde hablamos de los campos de batalla (donde les expliqué cómo y por qué fue esa guerra en este particular lugar del planeta), de sus vidas yendo de base en base calibrando antenas (y sus buenos recuerdos particularmente de las chicas suecas en la base polar más septentrional del mundo), y, claro, de la grandiosa variedad de cervezas belgas. Todo muy lindo hasta que, claro, en un momento de recobrada claridad alguien giró sagazmente la muñeca para mirar la hora, y todos saltamos como resortes (y agradecida Iris, nuestra Landlady, que nos estaba esperando para poder levantar todo!). Cada uno a lo suyo. Ellos, a calibrar sus antenas. Yo, por mi lado, había arreglado una visita a Lafone House, otro B&B muy famoso en la ciudad, cuya dueña -Arlette, una Malviklander- me había sido referida por varios como una persona receptiva y amable como para poder conversar. Y hacia allá me dirigí, nomás.
Atravesando el torniquete de los 5 grados de temperatura que invadieron la ciudad, llegué y pude entablar conversación con Arlette. Me contó de su buena relación con muchos argentinos que vienen a las Islas, y del modo en que -luego de muchos años en los que las aguas se habían venido calmando y una buena convivencia había podido ser alcanzada- la retórica del gobierno de Cristina había nuevamente complicado todo ("Old chestnut comes again" fue la expresión que utilizó). Hablamos de 'halcones y palomas' de ambos lados, y de cómo las relaciones se relajan o se tensan según quien sea que las lidere. Me contó que ella sabe de qué lado le toca estar, pero que eso nunca le ha impedido hospedar a los argentinos, que vienen a reconciliarse con su pasado tal como lo hacen los británicos. Y que eso nunca fue gratis, porque ha tenido que sufrir (incluso hasta hoy) algunos incidentes aislados ('nasty incidents') provocados por isleños idiotas, a causa de su predisposición. Pero que ella está convencida de lo que hace, y que así ha hecho grandes amigos argentinos. Respecto del conflicto del '82 reconocía, como había yo ya visto en otros sitios, la diferencia entre la mejor preparación de los jefes militares argentinos y el desamparo de los 'conscripts', que estaban mal vestidos, mal alimentados, para muchos de los cuales, algo que no se quiere ver en nuestro relato de los hechos, la rendición había significado un alivio por las condiciones en las que se encontraban (muchos recién pudieron bañarse en el "Canberra", el barco inglés que luego de la rendición retornó a los soldados al continente). Me contó además que, en general, la experiencia de los veteranos criollos sigue un patrón que se repite, en el cual llegan en general exaltados, nacionalistas, "apasionados como latinos", pero con el correr de los días se vuelven reflexivos, contemporizadores, objetivos, y hacen amigos del lugar. Un grupo de veteranos de La Plata, incluso, la invitó al Colegio Militar, donde estuvo recorriendo, la gente le preguntaba de todo y, contrario a sus temores de que iría a sufrir algún tipo de rechazo, todos fueron muy amables con ella. "Pero claro -prosiguió- después están los otros, en ambos lados. Los que arruinan todo por el resto. Los argentinos que, conociendo la extrema sensibilidad del tema -y habiendo recibido el folleto- sacan una bandera argentina y la hacen flamear, generando potenciales incidentes. Y ahí están entonces los del otro lado. Alguno que tiene menos sentido común que prepotencia los ve y los fotografía, avisa rápidamente a otros por Facebook, y ahí se arman los incidentes". Es decir: a imbéciles, imbéciles y medio, y así pasan las cosas. El folleto al que Arlette hace referencia es un tríptico que entregan al llegar al aeropuerto, en el que en español y en inglés -y con un tono cortés, hasta diría amigable- da indicaciones de respeto por los recuerdos de la guerra, los riesgos de agitar símbolos patrios argentinos, la posibilidad de dejar ofrendas a los caídos, etc. Una conversación muy interesante. Respecto de "el" temita, la cuestión de la soberanía, su opinión fue coincidente con la de la mayoría de quienes viven por las Islas: la transferencia de soberanía a Argentina es algo que nunca va a ocurrir -al fin y al cabo ellos son británicos, se sienten británicos, y llevan un buen nivel de vida que -en términos de seguridad, empleo y pobreza- no se tiene en Argentina, pero que si la cuestión de la soberanía pudiese dejarse de lado, los beneficios que se podrían obtener para ambos lados serían enormes. La charla daba para mucho más, pero ella tenía que preparar habitaciones para recibir a huéspedes, por lo que finalmente me mostró las instalaciones (el lugar es hermoso), y me despedí. Los 5 grados de temperatura y el viento helado me hicieron abandonar cualquier idea de ir a chusmear los 'gift shops', y volví rápidamente a mi base para almorzar. A la tardecita tenía entonces la segunda conversación de la jornada. Compré unos "shortbread" para llevar (unas muy escocesas galletas a base de manteca, que son una delicia tremenda ... nutri, no leas) y hacia allá fui. Don es un Isleño de aproximadamente 80 años (y tal vez algo más) que fue militar durante la Segunda Guerra Mundial (!!) por la flota británica -y estuvo unos 6 años afuera-. Me abrió las puertas de su casa, para conversar. Amigable, abierto, objetivo. Era el chofer personal del Gobernador de las Islas (Mr. Rex Hunt) en momentos de la "ocupación argentina". Me mostró, orgulloso, una foto que tenía con él. Él fue quien llevó en el auto al Gobernador depuesto cuando los militares argentinos lo mandaron de vuelta a Londres (primero parando en Comodoro y posteriormente en Montevideo). Se lo cruzaba todos los días a Mario Benjamín Menéndez, el Gobernador argentino de las Islas. Lo vió a Galtieri. Me contó que protegió al Gobernador cuando llegaron los soldados argentinos, en los que hubo tiroteos en los que cayó herido el Capitán Giachino, el primer militar argentino que entró a la casa del Gobernador, recién descendido del helicóptero. Los Royal Marines y el staff presente lo quisieron llevar a la enfermería, pero Giachino, pertrechado con sus granadas- se resistió, amenazó con hacer estallar una si se le acercaban, y murió. Años después, la madre de Giachino fue a hablar con él y ella le preguntó: "Cómo murió mi hijo?". Y él le respondió: "Murió como un buen soldado", con lo que ella terminó llorando abrazada a él (y donde me confesó que él también casi se quiebra). Y mil anécdotas siguieron. Que la 'guerra de partisanos' (=Isleños que liquidaban soldados argentinos por su cuenta, la 'Resistencia') efectivamente existió. La historia de un soldadito argentino que robó un negocio por el hambre que tenía y, creyendo que había robado caramelos, se devoró pastillas desinfectantes para el inodoro....intoxicándose de un modo en el que él lo llevó a un guardia inglés para que lo llevase al hospital y el guardia, sin compasión, lo remató de un tiro ("lo que te muestra la lotería de una guerra, en la que realmente tu vida depende a veces de las manos en las que caés. Vos tenés, como yo, 2 brazos y 2 piernas. Cómo no voy a hacer que recibas atención médica?"). Otra anécdota fue que estaba lleno de soldados argentinos galeses, de Chubut (Gaimán y otras localidades), con quienes podían conversar en galés. "Al principio -relataba Don- estos chicos no sabían en qué parte del planeta estaban; resulta que estaban bailando en una disco (el 2 de abril de 1982 cayó en viernes) llegó personal de la Armada Argentina, y sin preguntarles nada más, les puso los uniformes y los embarcó de una. Al llegar, no sabían adónde estaban". Y otra anécdota interesante: poco después de tomar las Islas, los militares argentinos intentaban 'comprarse' a los isleños, quienes les tenían profunda desconfianza. Porque resulta ser que lo primero que dijeron a los locales inmediatamente después de concretada la ocupación fue "Tranquilos. Todo sigue igual. No va a cambiar nada". Y al día siguiente les cambian la lengua, los nombres de algunas calles, y el sentido del tráfico. Nadie les creía!. En tren entonces de ponerlos de su lado, mandan a una delegación de argentinos de ascendencia inglesa, para persuadirlos. Les prometen cosas, como un gimnasio a todo trapo, para la ciudad. Pero los Isleños seguían absolutamente desconfiados. Más éxito, sí, tuvo el ofrecimiento de una TV color por un depósito de £20. Pero los Isleños pronto comenzaron a desconfiar de los programas argentinos transmitidos en Inglés, y se fueron volcando a las series americanas y británicas. 
Este hombre, Don, tuvo incluso alguna muestra de humor conciliador: "El mayor error de Galtieri fue enviarnos a sus hombres....debería habernos enviado a sus mujeres! Si aquí hacen falta (y son muy bonitas!"). Y así prosiguió la charla, hasta que faltando 10 minutos para las 16hs suena el timbre de la casa; era un auto del Gobierno de las Islas ("Señor, usted tiene una cita a las 16"). Don no se acordaba, pero fue a buscarse un saco algo aturdido, me despedí y me fui. Quedamos en cruzarnos en el pub hoy o mañana: mi último día 'full'. Y así me fui, reflexionando en todo lo visto y oído, caminando por Ross Road (la "costanera"). Me sorprende que la gente, aunque no te conozca, te salude con amabilidad y educación por la calle. Ya había visto ésto desde el auto: todo auto que se cruza, sus conductores realizan una seña de saludo. Entré en tres o cuatro negocios, buscando libros o DVDs de documentales del '82, cuando decido entrar a la ChristChurch Cathedral, la hermosa iglesia anglicana de la ciudad (y más austral Catedral del mundo). A 2 ó 3 minutos de entrar y estar mirando vitrales, estandartes y placas en esa paz, suena la manivela de la puerta, y entra alguien, que cierra la puerta tras de sí. Entra un hombre (con cuellito de sacerdote), saluda de forma sonriente y me escucha un acento que no es local, y me pregunta: "Where's home?". Le respondo "Argentina". Sonríe, me da la mano, y me responde en perfecto español: "Mucho gusto. Me llamo Ricardo y soy el sacerdote de esta Iglesia". Me contó que estuvo entre el '77 y el '82 trabajando como Ingeniero Agrónomo con los aborígenes de Salta, y que luego se fue a Londres -es inglés de Inglaterra- con su esposa para ordenarse sacerdote (los anglicanos pueden), donde estuvo hasta el 2007, año en que lo asignaron a Malvi/klands. Seguimos hablando un poco más pero lo dejé trabajar; estaba preparando para mañana viernes una Misa especial (y masiva) por quien fuera, como mencionaba más arriba, el Gobernador británico de las Islas durante el conflicto del '82, Mr Rex Hunt, quien falleció hace un par de semanas. Y me invitó a que fuera. Me dejó su mail y le correspondí diciendo que si venían a Buenos Aires, que me avise. Salí nuevamente al frío viento patagónico y, luego de un par de vueltas, decidí ir para el hotel: una sopita de champignones me estaba esperando.

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